miércoles, 4 de mayo de 2011

ÉPOCA DEL ORDEN Y EL PROGRESO



Una vez consolidado en el poder, Díaz comenzó una política de conciliación entre los sectores más favorecidos del país. A los caciques regionales les permitió mantener el poder local a cambio de su lealtad. Se reconcilió con la iglesia católica y sus antiguos enemigos conservadores, gracias a lo cual México disfrutó de 27 años de paz, al final de un siglo de batallas. Con la paz, la economía se recuperó: la minería, la industria y las comunicaciones se desarrollaron rápidamente; por primera vez en su historia México se convirtió en exportador de productos agrícolas y ganaderos; también se logró resolver el problema de deuda externa que tenía el país en bancarrota. El régimen Porfirista fomentó el desarrollo artístico y científico de México; se fundaron nuevas escuelas, teatros, museos y academias. Los intelectuales más importantes pensaban que sólo la ciencia y la modernización industrial sacarían al país de su atraso. Para conseguirlo había que importar capitales del exterior. Los inversionistas procedentes de Estados Unidos, Francia, e Inglaterra crearon poderosas empresas en el ramo de la minería, la agricultura, la electricidad, el comercio y los ferrocarriles. Sin embargo, el progreso de México se logró muchas veces a cosa de los más débiles, es decir, de los campesinos, quienes eran despojados de sus tierras por las compañías deslindadoras y por ambiciosos hacendados. Los obreros y peones agrícolas soportaban largas jornadas de trabajo a cambio de un miserable salario.

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